Este pasado lunes teníamos la misión de poder terminar de ver la colección permanente del Museo Thyssen-Bornemizsa ya que en agosto fuimos a ver la exposición sobre Rembrandt y sus coetáneos, nos sobraban unos minutos antes de nuestro pase y los aprovechamos para buscar inspiración entre las magníficas paredes del museo.
Por supuesto sobre Rembrandt.. ¡Ya hablaré en otro post!
Este fue otro lunes con ganas de aprender, investigar y entender arte de la mano de Mastercard, que para los que no lo sepáis, nos invita entre las 12 y las 16h, una franja horaria en la que suele poca gente o los que estábamos realmente nos apasiona aprender sobre historia a través de lienzos ajenos llenos de color.
La obra del Thyssen es bastante extensa, comenzando con obras del siglo XIII, todas ellas de corte religioso, como cabía esperar en una época en la que el tema de la iconografía de lo sagrado o cristiano era lo único moralmente admisible, arte renacentista, retratos como el del Joven Caballero en un paisaje de Vittorio Carpaccio, pasando por las decenas de obras impresionistas, con ejemplos de Manet, Monet, Pissarro. hasta piezas de Braque, Delaunay.. Picasso, más cercanas a nuestros tiempos y quizás, un poco más interesantes desde el punto de vista compositivo o material.
Creo conveniente destacar un punto a favor de este museo, y es que por fin veo un área dedicada a mujeres artistas como Georgia O’Keeffe. Aunque se trata de un avance bastante satisfactorio, si me gustaría ver más ejemplos de manera intercalada y natural.
Supongo que tendremos que esperar a que este hecho tenga lugar en un futuro cercano.
Podría hacer de este post un catalogo ad eternum, y chafaros la visita, pero sin embargo he decidido centrarme en una obra que para mi hacen de este Museo, un museo único en su especie.
La obra que quiero destacar también sería única, no por el tema elegido, si no por el estilo de su composición, un poco más arriesgado y directo de lo habitual.
Esta obra es de Jean Baptiste Camille Corot, comúnmente conocido como Camille Corot y se titula ‘El baño de Diana’. La obra al parecer se realizó con ayuda de su discípulo Oudinot, entre 1869 y 1870.
De la obra más popular de Corot generalmente destacan los paisajes de la campiña francesa del siglo XIX, por lo que encontrar un ejemplo de Diana, completamente desnuda ya es algo bastante particular, aunque si investigáis un poco más sobre su obra veréis que también disfrutaba pintando a las mujeres de su entorno rural, mujeres delicadas como ‘Primavera de la Vida’ y que afortunadamente aparte de la Diana que aquí observamos, se atrevió a pintar unos 30 lienzos más sobre este mismo tema.
Así que volviendo al cuadro que me llamó más la atención ayer, una interpretación al óleo de la Diosa Diana para mi hasta ahora insólito, y más particular por el hecho de estar completamente sola, sin el attrezzo que vemos en otros ejemplos sobre este mismo tema, habitualmente rodeadas por un elenco de mujeres (en forma de ninfas) que agasajan a la Diosa con telas, agua y otros enseres como perlas que ensalzan su belleza.
En la obra de Corot, su Diana no parece una Diosa en plena sesión de belleza, su Diana en mi opinión es más sensual, la mirada de Corot nos da una visión más intima, parece como si a Diana la estuviera espiando en un momento tan íntimo ya que su mirada no se proyecta hacia el espectador, su actitud es tímida y su gracia es sutil.
En este caso podría tratarse de un estudio preliminar de una obra de dimensiones más grandes y por lo tanto Corot habría prescindido de adornos, presentando a la figura femenina tal cual. Técnicamente no detalla mucho la anatomía del cuerpo de la mujer, respetando curvas y volúmenes propios, pero con una línea de acabado suave, nada de musculaturas llevadas al extremo, lo que hacen que el cuadro sea bello y sublime sin más.
Un placer para los sentidos el poder pasear por esta joya de museo que tenemos en Madrid.
PD: Las medidas de seguridad en cuanto al COVID son las habituales, y sinceramente dadas las circunstancias, había muy poco aforo.